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Código cachaco


Con bombos y platillos el gobierno nacional anunció la puesta en marcha del nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia. Sí, absurdo que este documento autoritario lleve convivencia en su nombre, es absurdo porque precisamente lo único que generará es entregar más poder a una de las instituciones más corruptas del país, la Policía Nacional.

Son 243 normas represivas que instauran multa hasta por rascarse el oído, y lo que es peor, todo será regulado por los agentes de policía, los mismos que a diario se ven en videos como el de Santa Marta, abusando de la comunidad y propinando golpes sin ley ni orden. En este último caso en la capital de Magdalena, procedieron a atacar con bolillo a un periodista que grababa desde su celular un mal procedimiento policial y, como nadie puede decirle nada, tenga su ‘bolillazo’.

Este nuevo Código afecta de manera directa a todo el país, pero de manera más especial a las regiones. La naturaleza de las normas incluidas son cachacas, se les olvidó por completo que a Colombia la conforman regiones y sí que es complejo generalizar dentro de las regiones, pues existen características socioculturales que diferencian a los guajiros con los bolivarenses siendo costeños ambos, es aún más complicado meter en una sola bolsa a todos los colombianos.

La naturaleza propia del ciudadano de la región caribe colombiana es alegre y este código ha igualado la fría personalidad del cachaco con el extrovertido perfil del costeño, generando un conflicto entre la idiosincrasia caribeña y una norma que se quiere llevar por delante las características culturales y antropológicas de los ciudadanos.

En algunos casos la situación es aún más compleja, el mismo Código pone en peligro la preservación de manifestaciones culturales de los pueblos colombianos y es deber del Estado velar por la salvaguarda de estos elementos importantes dentro de las identidades de las comunidades. Con asombro, en el municipio de Jericó, la única banda marcial del pueblo fue sancionada por ensayar en la plaza del pueblo, los agentes que atendieron el caso argumentaron que ‘estaban realizando ruido y perturbando a los vecinos’.

Sí, el arte está siendo encerrado y censurado; los niños, adolescentes y jóvenes que integran esta organización musical deben buscar otro sitio para ensayar, pues se les pide que no ingresen a las pandillas de barrios ni consuman sustancias alucinógenas. Así pasará con muchos grupos musicales, teatrales y dancísticos en todo el país. Absurdo, absurdo cómo el mismo nuevo Código de Policía.

Aun cuando el patético argumento es lograr convivencia en armonía entre los ciudadanos, este Código desde ya está generando un caos, pues es un total sistema represivo y no educativo. La cultura ciudadana, en donde están incluidos los comportamientos dentro de parques, espacio público y servicio de transporte, se logra en el engranaje de los instituciones del Estado, la ciudadanía y una apuesta de educación cívica, pero no, el Código nunca fue diseñado para educar, pues aquí se desestiman las políticas educativas y culturales.

El nuevo de Código de Policía y Convivencia es un atentado a la naturaleza de Colombia como país de regiones, una amenaza para la diversidad cultural y una desestimación al carácter multiétnico del pueblo colombiano.

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