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Un carnaval para el recuerdo


Llegando después de una rumba en el vecino municipio de Santo Tomás, me dispuse a tomar un descanso en tiempo récord para luego alistarme para uno de los eventos que más espero todos los años. Tomé mi sombrero pintado y me dirigí en mototaxi a la calle 14, la calle de la rumba, la calle del sabor. No tuve que esperar mucho para que el recorrido iniciara su paso por la zona donde estaba, y muy bien que pintaba este Carnaval del Recuerdo.

Durante las primeras dos horas se pudo apreciar un exquisito derroche de cultura, alegría y jolgorio. Los danzantes desfilaban con el entusiasmo predominante de la cultura costeña y el colorido contrastaba con el resplandor de un sol vivo y cómplice de nuestro festejo. Poco a poco, el esfuerzo de sus realizadores se fue desvaneciendo por dos factores: nuestra culpa y los infaltables imprevistos.

Mi objetivo en esta ocasión no es emitir ninguna crítica contra los hacedores del Carnaval, de hecho considero a esta versión como una de las mejores de la década. Esta vez, sólo quiero expresar el sinsabor que me dejan aquellas situaciones que no pueden preverse y pueden truncar nuestras buenas intenciones en un sólo instante. Puedo imaginar la impotencia del comité logístico cuando todo ese orden se vino abajo, cuando comenzaron los espacios y cuando la armonía se despidió de aquella tarde soleada. Aun así, un camión en fallo no iba a dañar mi espíritu de goce y sé que tampoco el de muchos.

Por naturaleza, la paciencia no nos juega a favor en todas las ocasiones y ante los evidentes y prolongados espacios durante el final del desfile, como siempre, nosotros mismos terminamos ‘empatándola’. La invasión a la vía obstruyó el poco flujo de actores del Carnaval que pretendían compensar lo sufrido por aquel imprevisto, pero fue inútil, pues no se podía apreciar aquella majestuosidad con la que comenzamos la tarde. Muchas comparsas de renombre, con vestuarios y coreografías impecables quedaron relegadas y disueltas en el desorden; el rostro de los danzantes evidenció la impotencia de no poder realizar una presentación tal como lo planificaron en meses de preparación.

No obstante, esta versión del Carnaval del Recuerdo será de gran recordación. Marianita es parte de nuestra cultura y el pueblo entero está agradecido por perpetuar una tradición que se hace con las uñas, con limitados recursos pero que se hace con amor, deseos y ganas. A todos los organizadores les extiendo mis sinceras felicitaciones por sus esfuerzos; nosotros los espectadores le debemos mucho. Anhelo que nuestro Carnaval del Recuerdo se siga robusteciendo, que sea un carnaval diverso, incluyente, influyente, reconocido en la región y la nación. Un carnaval como esos de antes, donde abunden las carrozas, los disfraces creativos, las casetas de palma, las personas dispuestas y tolerantes. Tenemos con qué, en Baranoa estamos dotados de talentos que debemos explorar, necesitamos apoyo en inversión no sólo material, sino de acompañamiento constante.

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