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Lo especial de nuestro carnaval


En el mundo hay miles de fiestas, festivales y celebraciones; naciones, regiones, ciudades y pueblos celebran lo quieren, lo que quieran inventar. Incluso en el mundo, ciudades de ensueño como Venecia o Río de Janeiro celebran su carnaval, aparentemente la misma fiesta que se celebra en Barranquilla y todo el departamento del Atlántico. Pero no, no es lo mismo, no es lo mismo decir Venecia que Barranquilla, como diría Dolcey Gutiérrez.

Este carnaval tiene un toque especial, por algo una canadiense aprendió a bailar en Barranquilla, por algo una señora baila en pleno centro comercial al ritmo del Joe, por algo niños y niñas disfrutan desde pequeños, por algo miles de personas se desconectan del mundo para venir durante en esta época a una ciudad que aparentemente lo único que ofrece es un enorme solazo. Podríamos hablar de los atracadores, de los bandidos que se roban el erario público, de Electricaribe, o de los taxistas que quieren cobrar de 30.000 pesos en adelante, pero no, ellos hoy no importan porque a ellos el carnaval les compone una canción y todos nos ponemos a cantar.

Hoy vengo escribir sobre la gente, sí, sobre la gente. Sobre usted, sobre él, sobre ella y sobre mí. Nosotros, los que realmente hacemos el carnaval. No crea que nuestro carnaval es el mejor del mundo solamente por unos cuantos, esta fiesta la hacemos todos. ¿Saben?, lo más chévere de este derroche de bacanería es que no existen clases sociales, tampoco raza, ni orientación sexual, ni mucho menos credo o ideología, aquí todos somos iguales. Que los ricos vayan a la Vía 40, que nosotros no nos vamos a quedar durmiendo en casa, nos vamos para el carnaval de bordillo, o algún lado donde esté sonado el Pemba Laka, el Joe Arroyo, Pedro Ramayá, el Checo Acosta o cualquiera canción de carnaval, pues la fiesta la hacemos nosotros, pues somos nosotros quienes llevamos en la sangre el ingrediente más importante, la alegría.

Sin alegría, los disfraces, los grupos danzantes, reinas y músicos no tendrían sentido, es que todos los actores de esta fiesta son gente del común. En Brasil solo se presentan bailarines y músicos profesionales, pero aquí el obrero, el trabajador, el docente, el estudiante, el mototaxista, la ama de casa o quien sea, toma la flauta de millo o se mete en el papel que es un cumbiambero, marimonda, monocuco o cualquier disfraz que se le haya ocurrido, eso es lo especial de nuestro carnaval.

Hago una noción para que la cumbia, la marimonda, el monocuco, el garabato, las negritas puloy, el congo, La Troja, El Moderno, Joe Arroyo, Checo Acosta, Esthercita Forero, la maicena, Joselito, Dolcey Gutiérrez, Aníbal Velázquez, Juan Piña y todo lo que sepa a carnaval, sean declarados reyes eternos de estas mágicas fiestas.

No hay espacio para los desadaptados y los que no se saben comportar, esta fiesta es del pueblo y para el pueblo, es el momento en que los corazones de millones de personas se llenen de felicidad, pues aquí solo se vale llorar el martes de carnaval. Que la tolerancia sea la reina de la fiesta, la maicena sea la máxima expresión de nuestra alegría porque nuestras vidas, como diría Celia Cruz, son un carnaval.

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