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¿Por qué los campesinos no deberían quemar sus terrenos para los cultivos?

Para esta época del año es común ver decenas y hasta cientos de hectáreas de un color negro por una práctica centenaria que ha sido transmitida de generación en generación y que, según los mismos campesinos, ‘ayuda fertilizar el campo’.

Este drama no solamente lo están padeciendo algunos terrenos en el municipio de Baranoa, sino que también, como se puede observar a los costados de la vía La Cordialidad, en jurisdicción del municipio de Galapa, cientos de hectáreas que solían tener cultivos han sido invadidas por un color carbón que le sustrae el verde vivo que solía producir la vegetación de la zona.

Se trata de una práctica que data de hace miles de años por su eficacia en clarear el terreno y dejarlo apto para sembrar rápidamente los cultivos que producirán alimentos de necesidad inmediata. Es transmitida de generación en generación, de campesino a campesino y consiste en que, cuando se termina el mes de mayo y está a punto de comenzar el mes de abril, estos deben hacer pasar al suelo por un proceso de ‘refertilización’.

Este proceso consiste en incendiar las plantaciones que siguen secas o infértiles a raíz de la temporada que ha pasado el suelo sin recibir abono o nuevas semillas, toda vez que estas puedan volver a germinar en nuevas plantas de diferentes clases, granos y legumbres de uso doméstico principalmente.

Sin embargo, a pesar de los beneficios inmediatos que en un principio puede generar la práctica de tumba y quema, a través del tiempo causa efectos dañinos e irreversibles, no sólo al suelo, sino que también al ambiente mismo y la calidad del aire. Por su parte, al suelo se le suma un ligero y progresivo avance en la calidad de su pH, tornándose ácido, esto ligado a la disponibilidad inmediata de las cenizas producidas por el incendio.

De igual forma, al momento de la quema mueren también muchos organismos que favorecen la descomposición de la materia orgánica y la disponibilidad de los nutrientes para las plantas, lo que eventualmente incidirá en la calidad de la planta, el fruto y el crecimiento íntegro de ambos. Así pues, como consecuencia de la ausencia y pérdida de nutrientes, el terreno se condena a ser cada vez más infertil.

En aras de una agricultura que garantice la seguridad alimentaria de los agricultores, sus familias y comunidades, es necesario buscar alternativas que sustituyan o controlen la práctica de tumba y quema, de manera que se reduzca la destrucción de los suelos y así mantener o mejorar su fertilidad y, consecuentemente, su productividad.

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